domingo, 6 de agosto de 2017

Star Wars también es política

Quiero decir algunas cosas sobre la película, porque quedé conmocionado, pero antes quiero aclarar que en todo aquello en lo que La Guerra de las Galaxias 1, 2 y 3 fallaron, la nueva película, El despertar de la fuerza, tiene éxito. Posee aquello que hace de una película hollywoodense un éxito imperecedero. La elección de los personajes no fue hecha en una agencia de modelos, parece gente normal, tanto que uno puede llegar a empatizar con algunos de ellos. Tiene un guión fuerte y alejado de grandilocuencias baratas. Tiene humor, tiene acción y no basa la historia en la acumulación de escenas con efectos especiales, aunque las tiene y muy buenas. Su fuerte se sustenta en la nostalgia, en la relación marcada entre la trama de esta película y las viejas y originales.
Sin embargo, no es esto en lo que quiero detenerme. No quiero hacer un elogio de aquello que cualquiera de nosotros puede ver sin demasiado esfuerzo. Quiero hablar de política. Porque todo es política y especialmente en Hollywood, la gran creadora del relato, una de las encargadas de abrir la famosa grieta de la que tantos gustan hablar los periodistas de la televisión argentina. Esta separación, esta imposibilidad de entendimiento, este “ellos o nosotros”.
Todos los imperios tuvieron su relato construido en parte a través de la comunicación, el entretenimiento y el arte, y el imperio estadounidense tiene el suyo, sólidamente construido, de una manera tan entretenida, tan romántica, tan dramática, tan violenta que uno no puede más que admirarse de ello. Así como los futbolistas habilidosos se desmarcan de sus rivales con firuletes y movimientos bellos, así se escapa Estados Unidos de la etiqueta que le corresponde, de la denominación que se le debería atribuir: la del gran imperio que dominó el mundo durante décadas y aun lo hace.
Me preguntaba antes de sacar la entrada para el cine como sería la trama de la película. En la primera trilogía existía no solo el Imperio galáctico, sino una Federación de comercio, una corporación que dominaba al imperio, que le daba su razón de ser. EL COMERCIO. El imperio existía por una intención de dominar económicamente la galaxia. Ante eso se erigía la rebelión, la resistencia. Ante la posibilidad de que el imperio ejerciera el control político y económico sobre el universo. Eso se podía fácilmente transpolar a nuestro mundo, a nuestra realidad, lo cual creo que era la intención de quienes hicieron la película (aunque muchos de sus fanáticos no les interese percatarse de aquello). Era muy simple entender que eran las corporaciones quienes movían los hilos, era la posibilidad del mercado, la codicia económica la que le daba sentido. Entonces, yo me preguntaba como manejaría esta situación la nueva película. Bueno, la decisión fue correr el eje. Ya no se habla en esta película sobre mercado, ya no hay Federación de comercio. Ahora solo hay gente vestida de negro que es malvada por el simple hecho de serlo. No se gastan en explicar, en intentar mostrar cual es la fuerza que motiva el mal. El malo es malo, y en la eterna lucha entre el bien el mal, uno son buenos y los otros malos. En una combinación perfecta, una combinación que no puede fallar, mezclan el simbolismo nazi o fascista, como gusten, con esta cuestión tan actual del terrorismo, del terror por el terror mismo, de los malos que no son malos ni por oprimidos ni por codiciosos, que simplemente son malos. Que no son simpáticos ni cancheros. MALOS.
Hay una escena que me parece es clave en la película, aunque no dura más de unos pocos minutos: Uno de los líderes del imperio, que ahora se llama Primera orden, es un hombre rubio, blanco, con rasgos duros, muy parecido a los militares nazis que se ven en las películas norteamericanas sobre el holocausto. Antes de comenzar un ataque da una discurso con marcado acento alemán frente a sus tropas, prolija y firmemente erguidas, muy parecido también a los discursos que se pueden ver (están cargados en You tube) que brindaba el Adolf Hitler durante la segunda Guerra Mundial. Entonces sí, no caben dudas: el mal siempre fue el mismo, unilateral, indiscutido e irracional. Nadie en su sano juicio dudaría de las atrocidades que llevo adelante el nazismo, pero, a su vez, nadie en su sano juicio y con un poco de conocimiento de la historia o algo de interés por la actualidad, podría dudar de que no fue el nazismo el único autor de las monstruosidades que se le infligieron a la humanidad. Hollywood se ha empeñado en mostrarnos al nazismo como un mal irracional, cuando creo que había más razones, no solo raciales sino también económicas y políticas para llevar adelante todas sus masacres contra el pueblo judío, contra otras naciones que invadía y contra su propia gente. Pero el cine norteamericano, con su bombardeo fílmico, nos distrae del hecho de que los dos bandos en conflicto eran atroces, implacables, que el capitalismo levantó campos de concentración, disparó bombas nucleares, persiguió enemigos políticos dentro y fuera de su país y hoy sigue hambreando y asesinando. Nos hace olvidar de que las grandes potencias europeas vivieron durante décadas en abundancia gracias al hambre del tercer mundo, al que mantuvieron en desgracia por la fuerza de las armas.
Bueno: el principal enemigo actual, hoy islámico, sigue siendo igual de irracional.
Estados Unidos se desmarca y construye el relato. Los malos son otros, los que quieren destruir al mundo libre, y el mundo libre es occidente. No se hable de comercio, porque eso embarulla las cosas. Que mejor se hable de los irracional, sin profundizar. La palabra imperio suena muy mal y el gran país del norte no quiere que se lo identifique como tal.
El cine, como siempre (sino analicen un poco toda la filmografía norteamericana), es una máquina de construir relato y la cultura popular es una manera de afianzar ideas y distraernos de nuestra realidad. Nadie mejor que Hollywood para hacerlo. Si hay un país que sabe como hacer películas, ese es Estados Unidos.
Para terminar puedo decir dos cosas más: 1.- Disfruté demasiado de La Guerra de las galaxias, y por eso salí del cine y no pude hacer otra cosa que ponerme a escribir esto. 2.- Todo es política.

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