viernes, 28 de octubre de 2016

Conferencia de Adolfo Perez Esquivel. (Realizada en 2006)






En 1980 Adolfo Pérez Esquivel recibió el premio Nobel de la paz en reconocimiento a su militancia a favor de la lucha por los derechos humanos durante la última dictadura militar en la Argentina, razón por la cual permaneció encarcelado entre 1977 y 1979. Escultor y arquitecto de profesión, desde 1968 consagró su vida a enseñar y practicar la no violencia y a defender los derechos humanos. Fundó en 1973 el periódico Paz y Justicia que formó parte del movimiento pacifista en América Latina. En la actualidad encabeza la Fundación Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), cuya empresa es divulgar el cumplimiento de los derechos humanos.
El 7 de septiembre de 2006 fue invitado por ONG´s de la zona norte del Gran Buenos Aires para disertar en el colegio Leonardo Da Vinci de Boulogne sobre derechos humanos en niños, jóvenes y discapacitados.
Dirigiéndose al público con serenidad, a modo de presentación se declara a si mismo como “alguien que nunca se resignó a ser un esclavo”. Comienza la charla hablando sobre la soledad entre las multitudes y animando al público a saludarse y presentarse con su nombre.
“Necesitamos conocernos, necesitamos mirarnos. Tener identidad”, exclama, “esta sociedad ha sido marcada por el individualismo, debemos cambiar esta actitud hacia una cultura de la solidaridad, saber que el problema del prójimo es nuestro problema. Tenemos que llegar a un encuentro con los demás y con nosotros mismos”.
Para el premio novel de la paz la desigualdad, la intolerancia y la discriminación llevan a la violencia y a la inseguridad: “Tenemos que definir a la violencia. Hay una violencia social y otra estructural. Estructuras que no permiten los cambios. ¿Alguien les preguntó a los chicos cual es su seguridad? ¿qué seguridad tienen cuando revuelven los tachos de basura para comer, cuando los agarra la noche en las estaciones de tren, qué mano les tiende a sociedad?. Sin embargo se hacen campañas para bajar la imputabilidad de los menores. Para encerrarlos en cárceles y reformatorios”. 
Profundiza en el tema de la inseguridad afirmando que “las leyes argentinas, con todas sus limitaciones, son buenas, simplemente hay que aplicarlas. La sociedad es igualitaria solo en la Constitución y si no se respetan los derechos humanos no hay democracia”. Una democracia que en su perspectiva “debe dejar de ser delegativa para pasar a ser más participativa”.
“Muchos dicen que los jóvenes son el futuro y yo digo que son el presente”, explica, instando a los jóvenes a ser parte de la construcción de ese futuro. “Depende del coraje que tengamos para hacer el presente. Ningún gobierno nos arregla la vida”.
“La única estrategia para los jóvenes es poner el amor en marcha”, asegura, poniendo el foco de las acciones para el cambio en la comunicación y en la forma de expresarnos..
“Hay muchos jóvenes que se interesan por los demás y trabajan por los derechos humanos. Yo creo que todavía hay esperanzas. El problema más grande es la falta de información”.

Nota con algunas correcciones publicada en Revista Interjovenes

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