sábado, 29 de octubre de 2016

Hiko. Mujeres malabaristas en las islas de Tonga.


Nota escrita hace unos cuantos años para una revista que nunca se publicó.

En Tonga, uno de los países más pequeños del mundo repartido en más de ciento cincuenta islas del Pacífico Sur, la gran mayoría de las mujeres, y solamente las mujeres, practican un tipo de malabar llamado Hiko. Lo hacen con frutas, pero sobre todo con un tipo de nueces de gran tamaño llamadas tui tui, mientras cantan canciones tradicionales, con letras en tongano antiguo cuyo significado se perdió de todo conocimiento con el paso de los años.
Bien lejos del vértigo de las metrópolis occidentales, las mujeres de estas remotas islas, rodeadas de quinientos mil kilómetros cuadrados de agua, aprenden a hacer malabares en la escuela y lo siguen practicando durante toda su vida. El promedio puede mantener en el aire más de cinco unidades.
El escritor y viajero Steve Cohen llegó a Nuku'alofa, capital de Tonga, como parte del itinerario de escritura de su libro Solo malabarismo. Se encontró con un país, que gracias a su aislamiento, es uno de los más auténticos a nivel cultural de toda la zona, a pesar de no ser el más paradisíaco, según sus palabras, del idílico Pacifico Sur.
En el relato que hace sobre su estadía en la isla demuestra su asombro por la habilidad de estas mujeres para hacer malabares con cinco o seis unidades sin siquiera tener un calentamiento previo, y hasta relata historias que hablan de mujeres que llegan a la increíble hazaña de diez unidades yendo de una mano hacia la otra y jugueteando en el aire.
Las nativas no tienen la costumbre de mostrar sus habilidades en el Hiko al aire libre, motivo por el que hay escasos registros de video, aunque “prácticamente todas las estudiantes en Tonga saben como hacer malabares”, explica Cohen. Actualmente solo las chicas lo hacen, algunas de cinco o seis años. Sin embargo, en las zonas más pobladas de la capital la tradición va perdiéndose y llegan otras preocupaciones y distracciones junto con el lento avance del progreso.
El Hiko es una antigua tradición con orígenes religiosos, en este grupo de islas bautizada como Islas de los Amigos, por el navegante James Cook en 1774 gracias a la hospitalidad de los nativos. Según cuenta la mitología de Tonga, existe desde el principio del tiempo un lugar llamado Bulotu, o mundo invisible que, según cuenta Sarah Stock Farmer en su libro Tonga and the friendly Islands, “era poblado por los espíritus de las principales personalidades del pueblo de ambos sexos que abandonaban el mundo de los vivos”. Se suponía que estos espíritus ejercían como intercesores con los dioses.
Bulotu era la morada de la diosa ciega Hikuleo, ser espiritual que cada vez que se movía generaba un terremoto. Hikuleo tenía la costumbre de llevarse a los primogénitos de las familias más importantes para poblar su mundo invisible. Farmer cuenta en su libro que los demás dioses, con motivo de ponerle un punto final a esta situación pasaron una cadena a través del cuerpo de Hikuleo y ataron un extremo al cielo y el otro a la tierra. Confinada a permanecer en Bulotu le extraía los ojos a toda aquella persona que entrara en su mundo sin autorización y luego invitaba a las mujeres de su reino para que hicieran malabares con los ojos de los intrusos. Una de las almas del reino de Hikuleo escapó y contó la historia a la gente de la tierra, dando comienzo a la tradición. Por temor a que alguno de los espíritus del Bulotu merodee por la noche e intente robarles sus ojos y llevárselos consigo a su mundo, las mujeres nunca juegan al Hiku por las noches.

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